Opinión

“Van a terminar trabajando en un cementerio”

*Por Martín Tomassini

Lo predijo una madre a la que le habían arrebatado lo que más amaba: un hijo. Su cara empapada por el llanto, su voz quebrada por el dolor, su sentencia certera. Frente a ella el Prefecto Mayor, inmutable, inconmovible, imperturbable, carente de toda empatía.

“Todos tenemos alguna experiencia de la sensación, que nos viene ocasionalmente, de que lo que estamos diciendo o haciendo ya lo hemos dicho y hecho antes, en una época remota; de haber estado rodeados, hace tiempo, por las mismas caras, objetos y circunstancias; de que sabemos perfectamente lo que diremos a continuación, ¡como si de pronto lo recordásemos!”  (Dickens Charles, 1991).

 

Un año atrás

Un pesquero zarpaba del puerto de Mar del Plata, 12 hombres integraban su tripulación. La embarcación tenía 55 años de antigüedad y había estado parada (abandonada) durante cuatro años con un sinfín de problemas que no le permitían navegar.

Mágicamente el barco empezó a trabajar en el primer cuatrimestre del 2017. El pesquero, que hasta ese entonces se había dedicado a la merluza, salió siete veces.  Siete de las cuales, en cuatro oportunidades sufrió averías. La última: el casco roto y con una fuerte entrada de agua.  Para remediar aquella situación se realizó una reparación provisoria (parche superpuesto, chapa contra chapa), que solo sirve para que el barco llegue a dique y así poder repararlo definitivamente.

La embarcación entró a dique, pero inexplicablemente salió sin la reparación definitiva (del parche) y con una modificación en la estructura del mismo.  Ahora era un barco que se dedicaría a la pesca de langostinos: le agregaron los tangones y sin las pruebas de estabilidad, mandaron al Repunte a lo que sería su triste final.

El sábado 17 de junio el capitán, Gustavo Sánchez, se comunicó con el pesquero “María Lilliana” e informó que debido a una incontrolable entrada de agua había ordenado el abandono de la nave.

 

Génesis de la Odisea

Generalmente cuando ocurre un acontecimiento traumático existe una necesidad básica, requerida por las personas que sufren, es la contención. Encontrar en el entorno una devolución afectiva, ya sea de un individuo cercano o no, pero que comparta los sentimientos del que padece.

Desde el mismo 17 de junio del 2017 hasta el día de hoy las familias del Repunte no se han detenido en la búsqueda de respuestas. Unos días después del hundimiento, algunos marineros realizaron una convocatoria, en lo que después sería la primera marcha que realizaron los familiares. Claro que ellos no se conocían, pero por obra del “destino”, tuvieron que cruzar sus caminos. En el dolor se empezaron a organizar primero a la espera de novedades, la esperanza es lo último que se pierde, había dos sobrevivientes, esto siempre deja abierta una puerta.

La cruel realidad los despertó, dos sobrevivientes, tres fallecidos y siete desaparecidos.

Dos semanas después del hundimiento, prefectura encontró el casco del Repunte. Cuentan las crónicas que fue hallado a 53 metros de profundidad, que la nave de salvamento Tango fue la que efectuó, a partir de la tecnología con la que cuenta, el descubrimiento, que trabajaron en el lugar con 17 buzos y equipamiento especial para identificar e inspeccionar el buque hundido, entre ellos una campana de buceo y un ROV sumergible.

Lo que no se lee en los diarios es lo que hay detrás del hundimiento. Nada se dice de la ausencia de Estado, la decidía, la mentira, el maltrato, la corrupción.

Los familiares se encontraron tan a la deriva como sus allegados, más allá del dolor que representa la pérdida de un ser querido, chocaron contra la pared que el Estado puso para evitar hacerse cargo de lo que indefectiblemente es su responsabilidad. No recibieron una respuesta precisa, nadie les indicó el camino a seguir, tuvieron que ser autodidactas para asirse de una herramienta con que poder defenderse, tuvieron que convertirse en expertos en la materia.

Las mentiras se hicieron presentes desde el minuto uno, primero se informó que todos los tripulantes estaban arriba de la balsa salvavida. Por entonces, después del medio día los familiares creían que la tripulación estaba a salvo, luego la misma prefectura se desdijo.

Con las investigaciones que los familiares llevaron a cabo, se pudo constatar las irregularidades y la corrupción existente en el puerto de Mar del Plata. El buque no estaba en condiciones de navegar y las situaciones de precariedad que acumulaba, hicieron que éste colapse.

Los responsables, primero el Estado que es el que tiene que controlar y más aún en la representación de la Prefectura Naval Argentina, que es el organismo que funciona como regulador encargado de las condiciones de navegabilidad de cada barco y la seguridad de la vida humana en el mar, y además es parte de la investigación de lo sucedido.

El Consejo Federal Pesquero, que es el organismo del Estado que define la política pesquera del país y el principal regulador de la actividad pesquera marítima a nivel nacional.

Los armadores, (en el caso del Repunte, la empresa Ostramar, de Luis Caputo) que son los responsables de las condiciones de precariedad que sufre el sector, como consecuencia de la concentración de capitales.

Por último, el Poder Judicial, el cual dejo de administrar la justicia para defender otros intereses, introduciéndose en una burocracia que desespera al desesperado.

Ni el Presidente, ni la Gobernadora de la provincia de Buenos Aires, ni el Intendente de Mar del Plata, se acercaron a los familiares siquiera para dar las condolencias.

 

No lo soñé

Los familiares del Repunte, lejos de la victimización, pelearon fervientemente para que esto no vuelva a ocurrir. La frase que tomaron como estandarte fue “Ningún hundimiento más”.

El 2 de junio del corriente publicaron: “A las autoridades y a la Prefectura les pedimos que este año, todos los barcos que salgan al sur a pescar langostinos, lo hagan en las condiciones de seguridad que tienen que tener”.

“No a los barcos chatarra como el Repunte”.

Ninguno de ellos se imaginó que siete días más tarde estarían reviviendo sus peores pesadillas. Todavía exigían, reclamaban que se termine de peritar el Repunte, pedían verdad y justicia.

Ni el Dante, en ninguno de sus nueve círculos del infierno, tuvo un lugar para describir tamaño sufrimiento.

Paradojas de la vida serán. El sábado 9 de junio pasado se hundía el buque pesquero “Rigel”, para Gabriela Sánchez, hermana de Gustavo Sánchez capitán del Repunte, fueron terribles las sensaciones, sobre todo por la cantidad de coincidencias que tienen las dos tragedias.

Lo peor de todo es que después de un año de lucha nada cambió, nada mejoró, el desmanejo es el mismo, la desidia es la misma, la ausencia del Estado está más vigente que nunca, la corrupción sigue como la moneda de cambio.

Desde el mismo 9 de junio del 2018 hasta el día de hoy las familias del Rigel no se han detenido en la búsqueda de respuestas. Como los otros, se convocaron y se juntaron. Claro que ellos tampoco se conocían, pero otra vez el “destino” los obligo a cruzar sus caminos. En el dolor se empezaron a organizar a la espera de novedades, la esperanza es lo último que se pierde. Como sutíl diferencia, no estaban solos, los familiares del Repunte los acompañaron desde el principio.

La cruel realidad los despertó, un fallecido y ocho desaparecidos.

Veintitrés días después del hundimiento, prefectura encontró el casco del Rigel. Cuentan las crónicas que fue hallado a 93 metros de profundidad, que la nave de salvamento Tango fue la que efectuó, a partir de la tecnología con la que cuenta, el descubrimiento, que trabajaron con equipamiento especial para identificar e inspeccionar el buque hundido, entre ellos una campana de buceo y un ROV sumergible.

Lo que se sigue sin leer en los diarios es lo que hay detrás del hundimiento. Continuamos sin leer nada de la ausencia de Estado, la decidía, la mentira, el maltrato, la corrupción.

Los familiares también se encontraron tan a la deriva como sus allegados y como los familiares del otro hundimiento. Claro, también chocaron con la pared que el Estado puso para evitar hacerse cargo de lo que, indefectiblemente, es su responsabilidad. Tampoco recibieron una respuesta precisa.  En cambio sí tuvieron a alguien que les marque el camino, fueron los familiares de la tripulación del Repunte, los que les mostraron un atajo, los que se habían convertido a la fuerza, en expertos.

Otra vez las mentiras se hicieron presentes desde el minuto uno, la prefectura dio cuenta de que al barco se le habían realizados todas las inspecciones y otra vez,  los responsables son los mismos: la Prefectura Naval Argentina, el Consejo Federal Pesquero; el armador (en el caso del Rigel, Pesca Nueva S.A de Gustavo Broggi.). Y como siempre, el Poder Judicial, el que sigue demorado en la burocracia.

En esta ocasión tampoco se acercó algún representante del poder Ejecutivo siquiera para dar las condolencias.

Otras coincidencias, el Rigel tenía más de 50 años, el Rigel también fue modificado estructuralmente para cambiar la pesca de merluza por la de langostino. El Rigel había tenido varias averías antes de la tragedia. El Rigel se hundió un día sábado igual que el Repunte y su casco fue encontrado el mismo día que el casco del Repunte, pero un año después, 1° de julio.

Ver para creer

Había pasado un rato del medio día, y en el edificio de Prefectura, que se encuentra en el puerto de Mar del Plata, se disponían a dar un nuevo parte sobre las novedades de la búsqueda.

Los familiares entraron uno a uno, se visualizaba el inmenso dolor en cada una de esas caras, del mismo modo que el malestar del destrato constante, del maltrato recurrente.

El comunicado fue escueto: “No se puede continuar con la exploración hasta que mejore el tiempo. El juez Gustavo Lleral tendrá el material recogido hasta el momento, en un par de días y va a atender a la familia por video conferencia después de verlo”.

Los familiares hicieron preguntas, mil y una preguntas, la mayoría evadidas. Las pocas respuestas que las autoridades tenían para dar fueron fácilmente rebatibles.

El reclamo: “saquen a los chicos de ahí”.  Lo único que se pide es que les entreguen los cuerpos, que les den la posibilidad de un funeral digno, no quieren tirar flores al mar.

El Prefecto Mayor Gabriel Cartagénova enfrentó a los presentes con el semblante de un sepulturero. Escuchó a las madres, padres, hermanos, como quien escucha el sonido del viento, los miró como se mira a la rama caída de un árbol, no demostró empatía alguna.

Ante esa escena tan detestable, frente a la falta de respuestas, de cara  al desprecio y a la incomprensión…

Guillermina Godoy, madre de Nahuel Navarrete, tripulante del buque pesquero Rigel, con su cara empapada por el llanto, su voz quebrada por el dolor, sentenció lo que más temprano que tarde será el triste destino de una fuerza que va en camino a transformarse. “Van a terminar trabajando en un cementerio”.

 

*Conductor de Puerto Base / Sindicato del Personal de Dragado y Balizamiento

 

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