Opinión

Los espectros detrás de la operación judicial que buscó romper la unida del peronismo y quebrar al sindicalismo

*Por Gustavo Ramírez

Carlos Acuña, integrante del Triunvirato de la CGT y hombre de Luis Barrionuevo, llegó a la reunión de Consejo Directivo con una clara intención: Retrasar la convocatoria para normalizar la central. Días antes del cónclave dirigencial, el barrionuevista, se sentó a conversar con un dirigente de peso  dentro del marco sindical. El acuerdo era buscar una salida digna a la crisis interna. Presentar la posibilidad de llevar adelante, para los meses próximos, un Confederal para reorganizar la Confederación General del Trabajo.

Pero hubo un cambio de última hora. Barrionuevo movió sus fichas y dejó en claro que su postura no era la de abrir el juego. Acuña se ciñó a la obediencia debida y generó un nuevo terremoto interno. El llamado a cuarto intermedio le dio aire al Gobierno para continuar con sus propias operaciones, pero también sirvió para recomponer con los gordos. Otro jugador entró en escena, Eduardo Duhalde. Horas más tarde Héctor Daer se encontró con un foto apropiada junto a Lula.

Como bien hemos dado cuenta en notas anteriores, la CGT quedó rota. Algunos dirigentes sindicales expresaron que aquello que sucede en la Central es el reflejo de lo que pasa en el PJ a nivel nacional. Las aristas se multiplican y las variables comienzan a ser complejas. Las maniobras previas intentaron desairar la conjunción de factores de unidad impulsados por diversos sectores. En esta operación política la idea subyacente puede ser la desarticulación de las fuerzas moyanistas, de la mima manera que se trató de aislar a sindicalistas que buscan un cambio estructural dentro de la Confederación.  No hay que olvidar que dirigentes como Juan Carlos Scmid promueven la inclusión de los trabajadores de la economía popular en un nuevo esquema macro-sindical y que las fuerzas conservadoras rechazan de lleno esa posibilidad de la misma manera que se cierran al ingreso de las CTA.

Por estas horas un fallo de la justicia sorprendió al ámbito político y sindical. La jueza federal  María Servini de Cubría decidió la intervención del Partido Justicialista Nacional y nombró como interventor del mismo a Luis Barrionuevo. De esta manera la “justicia” dio lugar a una demanda iniciada por el propio Acuña, junto al titular del Sindicato de Obreros de Maestranza Oscar Guillermo Rojas y el Secretario General del Sindicato Obrero del Vidrio,  Horacio Alberto Valdéz, ambos activos militantes de las 62 Organizaciones Peronistas cercanas al Gobierno.

Los argumentos del fallo que esgrime Cubría se asemejan más a una disputa política interna que a un enunciado técnico judicial, aun cuando la jueza se permite citar a Perón. No hace falta ser muy lúcido para dar cuenta del entramado que se monta en la operación. Dos más dos es cuatro.  La complejidad que reviste la unidad en el campo popular es proporcional a la preocupación que esta le genera el Gobierno. El Ejecutivo cuenta con los elementos necesarios para accionar sobre la vida institucional nacional a través de agentes funcionales siempre atentos a ser aliados del neoliberalismo.

Es preciso señalar que lo ocurrido en Brasil abre brechas en los sistemas judiciales regionales para avanzar contra las organizaciones vivas del pueblo. La maniobra es burda y es un intento de horadar cualquier proceso de integración y unidad que se pueda producir tanto en el terreno político como en el campo sindical. No es casual que el fallo haya salido luego del encuentro del peronismo en Catamarca. Sobre todo porque las expectativas de Cambiemos estaban puestas en el de Gualeguaychú, donde operó con fuerza Graciela Camaño para que el masismo sea parte. Muchos dirigentes se le bajaron y le hicieron perder la foto.

Por el momento Luis Barrionuevo no confirmó si acatará el mandato de Cubría. Desde la conducción del PJ Nacional y a través de un comunicado, el presidente del partido, José Luis Gioja, aseguró que “la decisión tiene como objeto proscribir, una vez más, al peronismo, y dejar al gobierno sin su principal partido de oposición”. 

A cada paso y en cada jugarreta política, de baja monta, el gobierno demuestra cuan incómodo comienza a sentirse en un clima de creciente malestar social. También necesita esconder sus propias miserias tras las pantallas que provee la corporación judicial. Y allí el peronismo emerge como un fantasmas que agita las peores pesadillas de Cambiemos. Aun con mayor fuerza lo hace el sindicalismo de cara a una renovación estructural. Aun así la derecha avanza, no importa si en esa avanzada se corroe la democracia. Lo que importa es el impacto político a mediano plazo.

En este clima el Instituto de Estadística de los Trabajadores dio a conocer, en su nuevo informe, cual es el proceso presente del modelo neoliberal que lidera el empresario Maurico Macri. Crecimiento de la inflación y caída del salario. Un combo letal para una gestión que construyó un relato social cimentado desde una perspectiva moral, vacía de contenido político y con fuerte razón ideológica. Una narrativa ficcional de autoayuda y exacerbación del individualismo. Por ello una de las premisas del modelo es romper lo colectivo. Allí es donde recrudece el ataque contra los gremios y sobre todo, contra el peronismo.

 

 

 

Subir