Opinión

Contra los verdugos.

*Por Gustavo Ramírez

Durante su última conferencia de prensa el Presidente despejó dudas. Anunció que se profundizará el ajuste a instancias del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. De esta manera Cambiemos ratificó que continuará con el modelo económico de Martínez de Hoz y Margaret Thatcher.

La aceleración del proceso de desguace de la matriz productiva nacional y la reivindicación del mercado financiero como  panacea del desarrollo social, trae aparejada el ascenso de la conflictiva laboral. El apremio económico por el que atraviesan millones de hogares se hizo sentir en la calle, durante la última semana, mientras unos pocos obtenían millonarias ganancias  en la trama de timba financiera.

Ante la creciente ola de descontento social Macri no quiere asemejarse a De la Rúa y pretende tomar la ofensiva política. Sin embargo su discurso ya no tiene asidero social. Es a penas un resabio ideológico de un proceso que llevó al país al desastre en el pasado no tan lejano y del cual muchos de los funcionarios de su gobierno son responsables.

La crisis actual, inducida por el propio Ejecutivo, sirvió para consolidar la argumentación falaz de la necesidad de ahondar el modelo expulsivo y de paso abonar el terreno para incrementar la transferencia de riqueza. En el esquema del gobierno la crisis la deben pagar los trabajadores y los pobres. El modelo del sacrificio tiene límites exiguos y un vida útil demasiado corta. El tic tac del tiempo suena como un trueno lapidaria para las intenciones políticas de un gobierno extraviado en su propia inoperancia para satisfacer demandas sociales. Claro que esa no es su premisa ideológica. Aun así necesita la legitimidad de los votos y estos podrían escasear en el 2019.

Cambiemos es un gobierno violento. No solo en su concepción discursiva a través de la manipulación psicológica que operan los medios, como ejercicio de la violencia simbólica. Sino porque la respuesta a las protestas gremiales es la represión o la extorsión judicial. Los casos más resonantes de esta semana tienen que ver con la suspensión de trabajadores del subte que adhirieron a medidas de fuerzas, la represión a los trabajadores despedidos de Cresta Roja y el allanamiento a Camioneros luego de una operación mediática motorizada por el Grupo Clarín y ante el reclamo del Sindicato de un aumento salarial del 27%.

No obstante, durante la misma semana, el Movimiento Obrero tomó la ofensiva. El lunes comenzó con una importante y novedosa movilización desde Plaza Lavalle al Obelisco por un sector nutrido de la CGT, encabezado por Juan Carlos Schmid, contra los trarifazos, el acuerdo con el FMI y la ley de flexibilización laboral.  Los días continuaron con marchas y medidas de fuerzas de diversos sectores. Se llegó al fin de semana con la probabilidad de confluir en una medida de fuerza general a nivel nacional.

La semana próxima será importante en términos de lucha social y sindical. Docentes, gremios marítimos y portuarios, la Multisectorial 21F, estarán en la calle. Lo que representa un fenómeno que escapa a la observación de la militancia nutrid por el sentido común. Es decir, el Movimiento Obrero, aun en  su propia fragmentación, no depuso su actitud de resistencia y confrontación con el modelo neoliberal y cuanto más acelere el proceso el gobierno más rápida es la respuesta del campo sindical. Esa reacción inmediata da cuenta de una transformación actitudinal pero también de escaso margen de maniobra que tiene el Gobierno.

El acuerdo con el FMI es la representación fantasmagórica de la defunción de Cambiemos. Es cierto, aun preserva, según las últimas encuestas, un índice importante de imagen positiva. Lo cual es hablar de núcleo duro histórico anti-peronista referenciado en la derecha anacrónica. La ceguera gubernamental, en ese sentido, no es más que la negación patológica de la caída de Roma. Por más adornos que quieran imponer a la realidad la misma se expande con la fuerza devastadora de los maremotos.

Cambiemos desplaza un dispositivo mediático-judicial que no alcanza a tapar las tragedias económicas. Las iniciativas del ex empleado servil de TN, Nicolás Dujovne, denotan una impericia fatal para cualquier aspiración política. Por eso vuelven a transitar el camino  de la confrontación con los sindicatos. Por vicio ideológico este Gobierno ve una amenaza en la organización de los trabajadores. La colectivización social, promovida históricamente a través de la organización que propulsó la comunidad organizada (valga la redundancia) como sustancia ontológica del Estado de Bienestar, es lo que la gestión de Macri quiere destruir. Esa fuerza crece y se regenera en las estructuras sindicales, porque son estas organizaciones la células activas que contienen los flujos permanentes de la unidad social.

En dos años y medios de gestión Macri creyó poder domesticar al sindicalismo. Su fracaso es notorio y ahora le tocó el turno de experimentar el escarmiento. El sindicalismo nacional es memoria en sí mismo y para sí. Esa memoria se proyecta a todo el campo nacional y popular. Algo que no suelen comprender ciertos estamentos progresistas enquistados en dicho terreno. Es lo que hace que tal memoria no sea una accesorio plasmado en recuerdos aleatorios, sino que sea sujeto de la conciencia social, colectiva.

Como sostienen muchos dirigentes ha llegado el momento de la ofensiva. Esa acción repercute en el ámbito político. El sindicalismo también, en sus diversas expresiones, impulsa la unidad del peronismo. Es una fuerza motora. Sin idealismos blancos estructurados en ideologías moralizantes. Tal vez lo que más incomode del Movimiento Sindical en su diversidad  – aun a sus propias estructuras obsoletas –  sea la que la discusión que promueve es netamente de distinción política.

La crisis no es sinónimo de parálisis de la movilización social en Argentina. A lo sumo la caracterización puede ser reducida a tiempo.  El Movimiento Obrero es eso precisamente, movimiento. Subestimar al sindicalismo es subestimar a la clase trabajadora, sobre todo cuando se trata de combatir a sus verdugos. Los trabajadores más temprano que tarde saben reconocer a su enemigo.

 

*Director periodístico de AGN Prensa Sindical

Periodista: La Señal Medios / Radio Gráfica

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